sábado, 22 de enero de 2011

Imagínate.

Imaginemos que escribo desde otro lugar, lejos de aquí. Hay mar.

Era de noche y había luna llena, por eso el mar estaba más bello que nunca. La luz de la luna atravesaba el agua creando espejismos. Volátiles.

No, no había farolas que cegasen a las luciérnagas. Tampoco había miedo, ni siquiera existía. Tan solo había vida, brotaba de las paredes blancas por la luz.

Tampoco había relojes, no querían tener prisa por hacer las cosas. Sabían que el tiempo mataba y por eso lo habían roto. Por eso estaba ahí, anclado en la pared, solo, destrozado.

Su única droga era el aire, caladas de esperanza. No necesitaban evadirse de nada, nada les ataba. 

Veían el mundo a través de sus propios ojos, veían lo bueno del mundo y por eso eran buenos con él.

Les gustaban las hogueras, el crepitar del fuego. Sí, ardían en deseos. En deseos de que todas las noches no fueran iguales y que la luna les trajese nuevas estrellas. Amaban su luz, tan blanca.

También amaban las mentes, hacían el amor con ellas, a días; porque no todos los días pensaban igual. A veces amaban y otras veces querían ir a morir al mar. Ser agua, ser vida.

Se preguntaban muchas cosas y no buscaban todas las respuestas porque sabían que ellas vendrían solas, como pequeños destellos de luz. Sí, luz de luna.

Les encantaba escuchar el balanceo de los árboles cuando les rozaba la brisa y revoloteaban las alas de los pájaros, fugaces.

Sentían sentían tanto que a veces les dolía. Sentían todo lo que les rodeaba y con sonrisas pintaban su realidad, desnuda.

Allí también soplaba el viento entre sus vidas. Por eso le dejaba meterse en su interior, así volaban con él. Entre los susurros del agua, entre las lágrimas de las olas; porque ellas a veces también querían volar. Querían ser lluvia para despertar las mentes dormidas que habitaban lejos de allí.

Ahora empezaba un nuevo viaje, el comienzo de otro mar, en otros lugares. En su intento por cambiar el mundo, otra vez. Aún nos queda averiguar si sería un final o un principio pero, aunque no lo sepa, llévame lejos de aquí. Viento.

Miriam 
Jau

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