La historia es simple: sales de clase de inglés, a eso de las cinco y media de la tarde. Cruzas el parque pensando en tus cosas y al acercarte a uno de los bancos ves que se acaba de sentar un hombre. Un hombre muy hombre; un cuarentón que se deja caer con las piernas muy abiertas como si todos tuviésemos verdadero interés en lo que hay entre ellas. (Lo cual demuestra que es lo único que tiene, el pobre, de lo que sentirse orgulloso.). No puedes evitar un cierto desprecio y sigues andando, sin mirarle. Cuando ya has pasado el banco y te has olvidado del apuesto galánr, oyes una voz grave que dice, bajito, con ese tono de macho que no sabe disimular su cobardía:
- A ti te follaba yo, punky.
Respiras hondo y sigues andando, como si nada; gilipollas hay muchos.
- ...Te violaba, eh, a ti te violaba; puta.
Aprietas los dientes y le enseñas el dedo corazón por detrás, sin girarte.
En el ascensor, miras tu reflejo y te das cuenta de que seguramente él pensaba que te habías puesto una falda corta para provocarle.
Te dan ganas de llorar: en menos de un minuto te ha convertido en un objeto de deseo y desechable. No, no vas a llorar. Al llegar a tu cuarto, pones música y subes el volumen.
¿Quién a se iría a la cama con un hombre bajo la promesa de una violación?
Piensas en que seguramente haya chicas que se sientan bien cuando alguien les haga este tipo de comentarios, o les llamen desconocidos por la calle con un chasquido de dedos o un silbido. ¿Por qué? Porque se sienten apreciadas. Porque creen que tienen mucho culo o pocas tetas, porque mira qué tripa, porque cómo voy a ligar yo con esta cara y estos muslos.
Lo saben: Se lo dicen a todas horas en la televisión, se lo repiten treinta anuncios desde que salen de casa hasta llegar al colegio, lo ve en las revistas para adolescentes, en las revistas de moda. Sabe cuántas calorías debería consumir al día, sabe qué talla debería llevar, los centímetros que deberían medir sus piernas, cómo debería tener el pelo y cómo los labios.
Lo saben, y creen que es eso lo que necesita para ser alguien, para ser guapa, para poder mirar a los tíos buenos del insti sin sentirse una payasa.
Todas las preocupadas por lo mismo, todas asqueadas de su reflejo; pero en vez de ponerse de acuerdo en que vestir una talla 32 con 18 años no es natural, se confirman la necesidad de ser carnaza de empresas cosméticas. Cremas antiestrías, zapatillas tonificantes, potingues anticelulitis, cirugías estéticas... Una vida encadenada al espejo y a las facturas.
No son mujeres quienes dirigen esas empresas, y la proporción de productos embellecedores para hombres es mínima.
Pero nadie se cuestiona.
¿Has visto alguna película con una protagonista calva, gorda, fea?
Pero, ¿y un hombre?
Ellos no necesitan un físico perfecto para triunfar.
Ellas sí.
¿Te imaginas una mujer quedando con amigas para entrar a un local donde pagar por tener sexo con un desconocido?
¿Te imaginas a una mujer que pase la tarde sentada en un banco lanzando intentos de piropos a los jóvenes que pasen por delante?
No.
Pero en los hombres, bueno, es normal. Ya se sabe, son hombres, se les perdona todo.
Ellos se sienten en su completo derecho. Al fin y al cabo, eres tú la que va provocando. Haberte tapado más, que tú también... Haberte puesto una falda hasta el tobillo, manga larga en verano y un pañuelo en la cabeza. Pero, eso sí, cuando estéis los dos solos, más vale que bajo ese saco de patatas que te hacen vestir haya un cuerpo de revista.
Él, cuando esté en posición de dictar leyes, argumentará que "resulta impúdico" vestir ropa ceñida, por no decir que le pone y que no sabe controlarse. "Y quédate en casa, que no vea que hablas con otro", por no decir que sabe que cualquier otra persona resultará para su mujer más interesante que tú, porque tiene miedo a perder "lo que es suyo".
Por miedo, por cobardía, necesitan los hombres someter a las mujeres; hacerlas sentir inferiores para poder imponer leyes basadas en la propia inseguridad masculina.
Nadie les ha dicho que no deba ser así.
En unos países se impone la necesidad de no mostrar atractivo físico, en otras la necesidad de mantenerse siempre atractiva.
Hay que joderse.
P.D.: el feminismo no es el opuesto del machismo, aunque sí se opone a él. No defiende la supremacía de la mujer respecto al hombre, si no la paridad. La igualdad, independientemente del género, de las personas. "Feminism is the radical notion that women are people."
nananá.lau