Algunas mañanas, las personas son más manchas azules que personas.
No está claro si se lo inventó justo antes de despertar, o si lo soñó estando profundamente dormida, pero en la imagen vomitaba escarabajos. De rodillas y aferrada al váter, veía como de su boca brotaban miles de coleópteros negros. Salían y salían sin que ella notara nada; sólo los veía alejarse por la cañería.
Se está perdiendo, se rompe y cada vez que se encuentra descubre que está perdida.
Había vuelto a negarse, eso es lo que pasa; y cuando lo hacía no había manera de evitar que se le escaparan los insectos.
Sí, cucarachas también; pero ésas eran de colores, como siempre.
Se rompe, se está rompiendo. Pausadamente, se parte y esconde bien los cachitos.
Cuando despertó supo que no había dormido y que no estaba despierta. Sintió que Kafka tenía razón, y también que los escarabajos seguían ahí, a punto de trepar y salir por su boca. Debía quitarse todos esos bichos de dentro, pero le daban miedo las operaciones a corazón abierto. El insecticida le producía una resaca horrible, y la última vez ya mató a las mariposas del estómago. Se quedó dormida desechando ideas.
Con algo de suerte, cuando se busque no encontrará algunos de esos cachitos, y la próxima vez que se mire en el espejo sea otra. Porque está cansada de una imagen con tantos laberintos y tantas maneras de no resolverlos.
Al despertarse, como una autómata, escribió en la pared: "No es buena idea confundir apatía con ataraxia. No es buena idea confundir el dolor de cabeza con terrorismo emocional. Pero qué se le puede pedir a un corazón abstemio, anémico y en huelga." Se empezó a sentir mal; y su madre la descubrió vomitando escarabajos en el baño.
Es divertido.
laura.nana