En medio de todo este caos y este desorden, en un intento por organizar mis ideas.
Agrupadas en grupos revolucionarios de neuronas, hormonas y diversos tipos de células.
Imagina un inmenso campo de batalla hecho a medida para mis pensamientos, el del olvido. Y yo descomponiéndome en millones y millones de partículas. ¿Armas? Claro, en una lucha se supone que tiene que haber armas ¿no?, cuerdas en este caso: cuerdas vocales o las de una guitarra si lo prefieres. Hay quien dice que la vida es un combate con nosotros mismos, que vivimos en una continua lucha por conseguir nuestros sueños o por dejarlos atrás, hay quien sonríe y hay quien los deja de lado al tenerlos enfrente. Y, como en todo, también hay gente que no tiene sueños. Entonces, ¿cuál es su lucha?
Siguen teniendo una lucha con ellos mismos, como todos, como tú y como yo. Una lucha para liberarnos de todas nuestras cadenas. Y ésta, es una lucha constante; aunque por momentos nos detengamos a paguemos nuestras voces. Porque a todas las armas se les acaba la munición. Por eso, porque todo se apaga y se enciendo como el fuego, esa lucha cambia. Como nosotros, que vamos cambiando para dejar morir algunas partes de nuestro interior. Para desaparecer y renacer, para florecer aunque sea en un combate, en un atentado a nuestros pensamientos. Podemos seguir brotando entre la maleza.
Que las rosas tienen espinas, y los peces también.
Muérdeme las horas,
araña todos los metros que no sean de piel.
Olvida tiempo y espacio. Olvídame.
Rompe mis esquemas y mis miedos. Acércate.
Ilumíname la cara y dame mil vueltas.
Muerde mis asperezas y la necesidad de tenerlas.
Desconóceme.
Juega bien las cartas que te paso por debajo de la mesa.
Sé sístole y diástole,
el crujido de mis vértebras. Acércate.
Verás en mis ojos tu reflejo;
todas las personas son poetas.
Generalmente, confundo pensamientos con realidad.
Hoy ambos están sumergidos en una inmensa pecera dentro de un océano. No sé dónde acabo ni dónde empiezo, no puedo limitar las sustancias y no tengo claro si existen.
Soy a la vez peces y agua, velero y naufragio. ¿Te imaginas ser todos tus Yos en el mismo momento, de modo que no entiendas nada?
Corrientes marinas de agua dulce.
Me cuesta respirar pero el aire entra en mí en profundas bocanadas; me cuesta abrir los ojos pero veo todo. Como en un sueño, sólo tendrá sentido cuando despierte.
Todo, lo físico y lo inmaterial, se deslizan entre partículas de H2O y algas que bien podrían ser neuronas.
Vuelvo a darle a play, los sonidos revotan mil veces en el agua y vivo en estéreo. Ahora las contradicciones son dos voces simultáneas, y me provocan dolor de cabeza; de modo que escucho una única melodía, fluida y cristalina, que confunde a los sentidos.
Toco recuerdos e imágenes que alteran los tres tiempos tradicionales. Puedo palpar mi respiración: son pequeñas burbujas de aire atravesando el inmenso azul.
Yo misma soy una de esas burbujas, soy el humo de del cigarro que no fumé; soy agua.
Soy los recuerdos de lo que no pasó. Observo el sabor de tus labios, tan cerca tras el humo tan lejano. Degusto la sinestesia y el deseo. Eterna estrella fugaz sobre la arena oceánica.
Me mareo en el vaivén de mis propias emociones; intento encontrar la superficie para colocar sobre ella una cama en la que descansar, pero no sé dónde es arriba y dónde es abajo. Brillo como una rosa de los vientos que ha perdido los puntos cardinales.
Sin relojes no hay tiempo ni prisa, sólo mar. Cambia el astro, ya es de noche.
Cuando tengo sueño cierro los ojos y me dejo caer; me mantengo en la tridimensionalidad oceánica sin mover ni un músculo; mecida por el agua.
No tengo miedo de la oscuridad nocturna, que aquí es casi absoluta, porque también forma parte de mi sueño. Y yo soy quien decide qué ocurrirá, aunque no lo sepa, aunque no lo entienda, lo estoy inventando.
Te veo a través de mil cristales, de un laberinto de coral, de mil kilómetros de agua salada. Te veo repetido y transformado en los reflejos; no sé quién eres. No sé cuál.
La multiplicidad del instante es como una adivinanza hecha de peces rojos. Entre ellos me pierdo y juego conmigo al escondite, como jugaría Orión a reflejarse en la superficie de mi océano-pecera si tuviera conciencia de sí mismo.
Me abandono al misterio, te lanzo al deseo, a mi sueño calmado, a la incógnita sin letra que despejar. Me abandono a unos pensamientos que bucean por mi piel, salpicando entre mis venas. Siento mis arterias como vívidos cortometrajes de cine mudo.
Sigo sin entender nada, pero creo que me gusta.
Es como besarte en la piscina y que te conviertas en un pez.
Es como escuchar a una estrella de mar cantar nanas en suahiri,
como girar los ojos y ver dentro de mi cráneo barcos de papel cargados de tinta,
Su vida seguía castigándole por todo lo que había dejado morir.
Su cuerpo ya no sentía por todos los palos que le había regalado la calle sin apenas merecerlo.
Los parques ya no le veían sonreír y el humo ya no cabía en sus pulmones. ¿Cuánto había pagado para acabar así? El mar de sus pensamientos ahogaba su alma en un último suspiro de libertad. Tantas patadas al aire no habían servido de nada y sus nudillos ya no resistían más paredes.
Se había perdido entre la calle, se había dejado seducir por ella; entre halagos y traiciones.
Hasta su corazón se había llenado de humo, uno de tantos corazones que habitaban en su interior. Quién sabe cuántos soles más tendrían que pasar hasta su despertar.
De casualidad algún día se encontraría a sí mismo hundido entre el barro, envuelto en llamas. Como la noche se envuelve en las farolas.
Y al levantarse, como si no hubiese pasado nada, seguía caminando entre las calles pintadas a trazos. Nadie sabe si dejándose llevar o siendo su propio dueño.
Pero en el fondo,
en el fondo no sabía si quería seguir caminando;
que le dolían demasiado sus pasos
y estaba harto
de verlos desaparecer.
Así, sin preocupaciones, se dejó llevar.
Comenzó a fluir con su cuerpo,
sin más armas que su garganta y su voz para callarse ante el ruido que le brindaba el mundo.
Un mundo que le había corrompido.
Un mundo que había dejado de ser suyo.
Para volver a nacer,
y soñar con nuevos amaneceres y con el roce de sus manos.
A veces es bueno dejarse llevar por los instintos, siempre y cuando no dejen de bailar.
Y esque nunca ha sido bueno mezclar sonrisas y lágrimas.