lunes, 28 de marzo de 2011

Las voces se descuelgan por las aceras.


En medio de todo este caos y este desorden, en un intento por organizar mis ideas.
Agrupadas en grupos revolucionarios de neuronas, hormonas y diversos tipos de células.

Imagina  un inmenso campo de batalla hecho a medida para mis pensamientos, el del olvido. Y yo descomponiéndome en millones y millones de partículas. ¿Armas? Claro, en una lucha se supone que tiene que haber armas ¿no?, cuerdas en este caso: cuerdas vocales o las de una guitarra si lo prefieres. Hay quien dice que la vida es un combate con nosotros mismos, que vivimos en una continua lucha por conseguir nuestros sueños o por dejarlos atrás, hay quien sonríe y hay quien los deja de lado al tenerlos enfrente. Y, como en todo, también hay gente que no tiene sueños. Entonces, ¿cuál es su lucha?

Siguen teniendo una lucha con ellos mismos, como todos, como tú y como yo. Una lucha para liberarnos de todas nuestras cadenas. Y ésta, es una lucha constante; aunque por momentos nos detengamos a paguemos nuestras voces. Porque a todas las armas se les acaba la munición. Por eso, porque todo se apaga y se enciendo como el fuego, esa lucha cambia. Como nosotros, que vamos cambiando para dejar morir algunas partes de nuestro interior. Para desaparecer y renacer, para florecer aunque sea en un combate, en un atentado a nuestros pensamientos. Podemos seguir brotando entre la maleza.



Que las rosas tienen espinas, 
y los peces también.

Miriam
Jau

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