Nada más cerca de lo imaginario. Sentía tan  lejos su lucha que ya no pretendía sobrevivir, lo hacía por inercia.  Estaba acostumbradx a vivir sobreviviendo, a escapar de su realidad y a  dejar de lado sus verdades. Solamente existía una cosa, algo que a  primera vista podía parecer irrelevante pero que llenaba todo su mundo,  todas sus ilusiones. Dejó de creer en todo aquello que le contaron desde  niñx, solamente sentía vivos al sol y a la luna y por eso sólo creía en  ellos. No pensó en que llegaría el día en que no los pudiese volver a  ver, pero así fue; se hicieron tan altos los edificios que ya no veía  casi nada. De noche las farolas cegaban la luz de la luna y apenas salía  el sol por las mañanas, el mundo había empezado a alimentarse de una  penumbra constante. Pero a pesar de todo y de su sinsentido, había algo  que siempre le hacía sonreír, alguien. Y sobre todo le encantaba tener  las ventanas abiertas, siempre le había encantado sentir la brisa en su  cara cuando hacía el amor. Por eso, y por sus besos; seguía teniendo  ilusión por algo. No todo es blanco, siempre puedes descomponerlo y  enfocarlo con otra luz.
Curiosas las nubes.
Miriam
Jau 
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