martes, 26 de octubre de 2010

Terrorismo emocional

Oración desiderativa. Jugar con lo importante. Triste. Semitonos, semitriste. Sube una octava  y di "¡buenos días!". Qué cariño ni qué sexo. Cuenta los besos, pierde la cuenta de las negaciones. Aún te duele la cabeza, ¿verdad?. ¿Qué quieres respirar hoy? ¿Qué no son las mentiras? Hace viento. Oración imperativa, tormenta autoimpuesta. No nos importa aún, pero hace frío. Tengo frío. Semáforo en rojo, pasa; semáforo en verde, pasa; no, no pases, está rojo, para, espera, pasa; no, quédate. ¿Cuántos deseos has decidido dejar insatisfechos hoy? Los niños sin cabeza no necesitan almohada, menos aún si no duermen.
Algunas mañanas, las personas son más manchas azules que personas.



No está claro si se lo inventó justo antes de despertar, o si lo soñó estando profundamente dormida, pero en la imagen vomitaba escarabajos. De rodillas y aferrada al váter, veía como de su boca brotaban miles de coleópteros negros. Salían y salían sin que ella notara nada; sólo los veía alejarse por la cañería.

Se está perdiendo, se rompe y cada vez que se encuentra descubre que está perdida.


Había vuelto a negarse, eso es lo que pasa; y cuando lo hacía no había manera de evitar que se le escaparan los insectos.
Sí, cucarachas también; pero ésas eran de colores, como siempre.

Se rompe, se está rompiendo. Pausadamente, se parte y esconde bien los cachitos. 


Cuando despertó supo que no había dormido y que no estaba despierta. Sintió que Kafka tenía razón, y también que los escarabajos seguían ahí, a punto de trepar y salir por su boca. Debía quitarse todos esos bichos de dentro, pero le daban miedo las operaciones a corazón abierto. El insecticida le producía una resaca horrible, y la última vez ya mató a las mariposas del estómago. Se quedó dormida desechando ideas.

Con algo de suerte, cuando se busque no encontrará algunos de esos cachitos, y la próxima vez que se mire en el espejo sea otra. Porque está cansada de una imagen con tantos laberintos y tantas maneras de no resolverlos. 


Al despertarse, como una autómata, escribió en la pared: "No es buena idea confundir apatía con ataraxia. No es buena idea confundir el dolor de cabeza con terrorismo emocional. Pero qué se le puede pedir a un corazón abstemio, anémico y en huelga." Se empezó a sentir mal; y su madre la descubrió vomitando escarabajos en el baño.




Es divertido.


laura.nana

1 comentario:

Anónimo dijo...

... el sol no calienta en París ...

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