lunes, 24 de mayo de 2010

GRITA el silencio. CALLA.




NO.
Yo no...
Yo....
Yo no.


No sé qué estoy haciendo conmigo. No sé qué he hecho de mí. No sé qué más puedo hacer.
Sólo necesito salir de aquí, salir de mí.

NADA. Como siempre, demasiado y lo mismo e insuficiente: NADA.


¿Y ahora qué?
Puede que lo peor sea saber que esto no se acaba. No basta con soportar un día amargo, una hora de rabia, uno de esos malditos minutos de histeria desenfrenada. No.
No es suficiente, no es sólo ahora. Aunque pase, será también mañana. O quizás pasado.
Soy yo, y de eso no me libro, no me separo.
Yo soy el laberinto y la salida, ¿recuerdas? Y hasta ahora, saberlo tampoco ha cambiado nada, solamente alimenta el desprecio en el espejo. El grito de "¿por qué no paras?" que estalla contra mí misma.
Juez y verdugo. Dueño y esclavo. A fin de cuentas, nadie.

"Hoy he visto en tu mirada la sonrisa del verdugo, búscando la forma de hacerte daño. Siempre fuimos tipos duros."

¿Hasta cuándo?

No tiene sentido hablar de un antes en el que todo iba bien: seamos sinceros, del pasado sólo guardo recuerdos distorsionados, el presente lo pierdo en latidos vacíos y el futuro... qué más da si no sé qué hacer con él, y mientras lo perderé convertido en presente, en pasado y en nada.
En el preciso segundo en el que me doy cuenta de que existe, desaparece.
"Me quedan tantas cosas más que sentir que me da miedo hasta ponerme a reír, no vaya a ser que luego acabe llorando… Siento que la vida se me va sin poderla apenas disfrutar, como siempre cuando quiero más, se me acaba."

Yo nunca entiendo qué es lo que quieren decirme los ojos que me miran desde el otro lado del espejo.
Veo cómo me desnudo poco a poco, sin apartar la vista. Cómo poco a poco van desapareciendo prendas y me quito los disfraces. 
No sé cómo puede sostener ropa y personajes un cuerpo que, sin ropa, no sabe qué persona es.
O no, quizás sea al vestirme cuando dejo de ser yo... pero, ¿y al desvestirme quién?

Pierdo corporeidad, me desvanezco.

Creo que entendía más cuando no entendía nada.
Todo tenía más sentido cuando estábamos locos.

Sigo dudando entre la obvia vulnerabilidad de la desnudez y la fragilidad de los disfraces.
Bipolar.
Las sensaciones duran segundos, no hay nada constante a lo que aferrarme. Todo lo que está en mí lo transformo a cada tictac del segundero, y todo lo que hay fuera lo transforman mis fantasmas en el tiempo que tardo en encender una cerilla. Entonces, ¿qué queda?
"No hubo tiempo para hacer el amor al tiempo"

...Ni siquiera sé si hacen falta respuestas. Pero las necesito.

Me he perdido. Otra vez. Ya demasiado. 
Me he perdido demasiado, muchísimo, tanto...

Me asfixio y respiro. Me asesino y me doy vida. Todo a la vez.

No sé qué pretendo con todo esto. No lo sé, de veras que no.

"¿Qué nos impide dinamitar nuestro cerebro?"

Necesito palabras abstractas porque no sé que hay en mi cabeza. Tengo miedo, pero no sé de qué. Estoy triste, pero no sé por qué. Voy a estallar, pero no se para qué. 
No sé decir basta. Como una puta droga, ¿te das cuenta? 
Al fin y al cabo, nada especial.

"Como una noche de invierno en Noruega. Un manto de escarcha, un corazón desnudo, tortura de vida. 
No me dejes solo, que ahora soy tan pequeño... y cuando despierto de una pesadilla nada cambia. 
Todo sigue igual."


Ya ni siquiera me sorprende.

"Dice que su corazón se está oxidando con el aire, y yo la creo; porque siempre que la veo algo le pasa. Dice "se me pasará" desde la semana pasada, y no se le pasa. 
Le pesa la sonrisa demasiado, le tiembla la mirada, casi siempre hacia abajo."

No tiene sentido hablar de tocar fondo. No hay fondo. No lo hay, de veras: llamamos fondo al punto en el cual algo cambia, el instante preciso en el cual un cuerpo deja de caer y rebota en el suelo. Ese suelo no existía hasta que decidió rebotar, ¿entiendes? Mientras se niegue, no existe.
Si no quieres dejar de fumar, no tiene sentido comprarte libros de autoayuda.
Pero eso ya lo sabes.


Querría no tener que explicar por qué las amapolas son salpicaduras de sangre sobre el campo. 
Porque no sé la respuesta.


- Quería decir "dispara" y saber que no ibas a hacerlo.
- Quería disparar de una puta vez.




DESESPERACIÓN, Todo o nada y Llorando en el desierto
Jamás habría imaginado yo que nunca tanto dolor habrías podido soportar. Aquí sentado, sigo pensando que nada entiendo, que para nada esto es lo que imaginé. Que prefiero cien mil veces confundirme a obedecer. No pasa nada, sigo pensando que seguiré esperándote. Que seguiré esperándote.
Me quedé sin talento, y ahora vuelvo a comprender que somos el momento y que jamás retroceder. Descuida si voy lento, no te pongas tú a correr. Te espero donde quieras, donde quieras yo estaré. Las veces que te abandoné no las recuerdo bien. Descuida si me despedí más de lo suficiente… Espero que no te hayas dado cuenta de lo que te dice la gente.
Jamás me he despistado yo tanto. Espérame a volver, que no me encuentro bien. Con la boca llena de sangre, no puedo cantar bien, no puedo cantar bien. Prefiero subir yo, antes de que bajes; no quiero sentir cuando te acabes. No olvides reír si ves que nadie lo hace. Recuerda que vi cómo quisieron talarme. No olvides matar si ves que alguien se ríe de ti…
Siento emocionarme cuando escucho tus gritos buscándome… Lástima que fuera todo un sueño. O quizás no; no lo sé.
Mi corazón le preguntó a mi cabeza qué le duele. Que le piensa la tristeza que la sangre le sabe rara desde unos días atrás. Le comenta que pregunte por sus venas, que por más que le da vueltas no encuentra la respuesta; y piensa que vaya a tratarse de una trampa, de una treta. Mente, explícale a tus ojos, que sabrán bien: que ante todo no querría enloquecer. Que se inquieta y que se altera. Que le busque la respuesta.
El corazón bombea desesperación, que se atragantan todas mis venas de dolor… Pero merece la pena, tanta pena, compasión. Y el corazón grita de infarto… Que su sangre se condensa y está más que harto.
Y dime cuál va a ser la manera de poner fin al disparate. De pensar que es fácil, que seguro saldrá… Y luego al ver que nada de esto sale, encontrar la manera de seguir peleando, acostumbrándonos a volver a caer. Porque aunque tragues agua debes seguir nadando, si es que no quieres que te arrastre la corriente para siempre al fondo del mar.
Aquí estoy yo, malherido, a saltos con las piedras. Susurro a las esquinas los sueños que me entierran. ¿Por qué nadie me avisó de este daño? Como actor de una farsa; no me abandona la mala racha. Estoy cansado de ser yo mismo quien se queja y estira del nudo a la vez.
Muy bien, dispuesto a darme de ostias con la vida; ya sé, que quien no te la perdona te la quita...
Te prometo que no habrá más sufrimiento, en cuanto consiga explicarme esta movida. Te juro por las cosas que más siento, que las cosas que más siento están ahora jodidas.
Ya me comentó que no hiciera más favores, ya me dijo: Bastardo, ¿no ves que le pones tanto de tu parte, de tu piel, de tus alas, tus canciones? Que deje en paz al mundo con sus simples ilusiones.

Está bien así, tranquilo, y que se siente más seguro, porque dices que los mudos son capaces de cantar, cuando dices que los sordos son capaces de bailar, siempre cuentas que hubo un ciego que a ti te ha visto volar.

Nunca te fijes en la gente. Siempre te cambiabas de acera. Mientes cuando dices que mientes. Huyes si viene la primavera, porque dices que no quieres verte en situaciones tensas de subidones de amor te dan asco en la cabeza: que de repente te quiero y yo, ¿qué quieres que te quiera? No querrás que te quiera...

Buscas perdido en la basura, algo que quieres que te encuentre. Pídete algún deseo que cumpla y no te preocupes por comer qué...
¿Juntas?, pregunta ante la duda. ¡Pues claro, juntas hasta la muerte! ¿Pensabas que dejaría perderte? Nunca, de ninguna manera...

Abro los ojos y me encuentro una tormenta grande, le pregunto cómo hizo ella para tirar para adelante, y de qué rayos se alimentó cuando le faltó el aire. Si echó alguna vez de menos a algún arcoiris que la consolase y le contase las cosas diferentes. Que por no ser de colores siempre cae mal a la gente.
Llueve y lloro, lloro y llueve...
Explota la tormenta, a ver si así se me llena de fuerza la cabeza; a ver si me refuerza las cosas que me cuenta, que yo ya no puedo más.
Parece que hay jaleo, disturbios a las puertas del reino de los cielos, exigiendo clemencia; me voy, que tengo miedo de que me detengan. Pues hace ya algún tiempo que buscan mi cabeza y ahora ya tiene precio, habrá una recompensa para algún ángel necio que me detenga...
Porque del cielo hace ya mucho que bajé; cambié mis alas por un trozo de papel. Para escribirte que por qué ya no venías a visitarme como antes solías hacer... y al ver que no me respondías, borré mi nombre de la lista de Yahvé, le di mi fuego al cielo para no volver. Fue entonces cuando comprendí que ya había muerto. Comprendí por qué no servía ya de nada el escribir las cartas que yo te escribía.
  Perdí mis alas por un trozo de papel, me convertí en tormenta y muerto me quedé.
Sin cielo y sin respuesta me arrepentiré.
Perder mis alas por un trozo de papel...

Fuimos ángeles en aquel tiempo, con alas fabricadas del barro de las calles y el corazón estrujado entre las manos. Pronto el infierno vino al acecho y consiguió pudrir nuestra sonrisa.
Comprendimos que la única arma que nos quedaba era no creer en vuestra enrevesada farsa.
Ahora nuestro interior está lleno de tinieblas: No podéis matarnos, porque ya estamos muertos.

Laura

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es curioso que hoy, tal y como firma la linda autora de este pequeño trozo de texto, hayas dejado de ser nana; por un instante.

Pero siemrpe, siempre; serás un duende, y siempre de luz.

Y recuerda que no es lo mismo perderse que desencontrarse; tu decías que ella nunca se perdía; nunca.

Tú ya has elegido quién eres; y creo que recordar que siempre quisiste ser la sonrisa de una gran revolución. Aun te queda tiempo.

Sí, caos total pero caos de colores.

I love you, and you know it.

Jau

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